Siglo II a.c. En la actual Empuries. Los romanos llegaron a la costa y se encontraron con que los griegos habían llegado antes. Creyeron haberse equivocado y haber arribado a costas griegas.
"Qué raro", pensó el capitán, "juraría que habíamos puesto rumbo hacia el otro lado". De modo que dieron la vuelta y regresaron a Roma a comprobar la Guía del Imperio. Una vez que comprobaron que no había error, regresaron de nuevo a Empuries - en este viaje un grumetillo tuvo la osadía de preguntar al capitán si no hubiera sido más sencillo preguntar antes de emprender el regreso a Roma, nunca más se supo de aquel joven-
"Qué raro", pensó el capitán, "juraría que habíamos puesto rumbo hacia el otro lado". De modo que dieron la vuelta y regresaron a Roma a comprobar la Guía del Imperio. Una vez que comprobaron que no había error, regresaron de nuevo a Empuries - en este viaje un grumetillo tuvo la osadía de preguntar al capitán si no hubiera sido más sencillo preguntar antes de emprender el regreso a Roma, nunca más se supo de aquel joven-
Llegados nuevamente a Empuries, encontraron muy poca oposición por parte de los griegos. Llevaban cuatro siglos ahí instalados, estaban mayores, cansados y muy acostumbrados a la buena vida; la playa, la sangría.. y no estaban para tonterías ni batallas. De modo que de buen grado accedieron a retirarse a un cámping a las afueras de Empuries, dejando a los romanos que se instalaran en pleno centro.
A partir de ahí el imperio Romano inició su ya famosa extensión por toda la Península Ibérica.
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Corría el siglo XI. El monje Capuchino Francisco de Capadoccia llevaba 23 años como copy en el Monasterio de la Divina Resaca (en la actual Suiza). Fernando era el hijo primogénito del Conde de Lafayette, primo segundo del rey Eduardo, El Confesor. Como hijo mayor de una familia de nobles le correspondía ser formado y nombrado caballero y, con un poco de suerte, acceder a un viaje-premio a Jerusalén.
Pero, Oh! avatares del destino!!!!! las cosas se torcieron para el joven Francisco cuando, el día de la inscripción en la escuela de caballeros se fue a retozar con una joven campesina a un pajar cercano. Su hermano Fernando, advertido de la ausencia de su hermano mayor, lo suplantó en la oficina de inscripción y pasó a formar parte de la escuela de caballeros.
No fue capaz Francisco de enmendar este quiebro del destino (ni la crueldad de su hermano) y no estuvo dispuesto su padre, el conde, a sufragar dos matrículas en la escuela de caballeros, de modo que le tocó la carrera eclesiástica.
De modo que, tras 23 años en un trabajo que odiaba, en el que pasaba un frío atroz y no hacía más que copiar y copiar libros y pergaminos (y por las noches huir de las aviesas intenciones de Fray Inocencio, vicioso de magnitudes astronómicas) sólo para fastidiar empezó a escribir en todos los documentos oficiales Baja edad media, en lugar de Alta. Dando lugar, él solito, a un cambio de era.
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