30 noviembre 2012

y una ardilla


Tomando un café en la terraza de mi hotel en Lima. En la mesa de al lado 5 hombres en concentrada conversación. Capturando retazos de las frases que intercambian les identifico como representantes de una comunidad de agricultores. Parece, al rato, que son además representantes de toda una comunidad rural.

Hablan de reivindicaciones, quejas y cosas a mejorar en la comunidad, su pueblo o región. Descubro después que están preparando una carta para un ministro, aparentemente de energía y minas....

Uno de ellos se pone a leer la carta que han estado escribiendo entre todos. Sorprende la tranquila determinación de la que hacen gala. El texto de la carta, que tengo ocasión de escuchar casi por completo, está escrito en un castellano rico pero nada ampuloso. El tono sosegado del que se ocupa de la lectura deja sumido al resto en un estado de concentración absoluta. Le interrumpen para matizar algún aspecto sólo cuando el que lee la carta hace alguna pausa y el tono de la corrección o el matiz es de increíble respeto entre ellos.

El contenido de la carta es reivindicativo pero en un tono colaborativo, constructivo y respetuoso. Buscan una solución a su problema pero en la carta hablan de los errores del pasado de los que ambas partes deben aprender, poniéndose ellos en primer lugar.

Me maravilla lo que escucho y a la vez me entristece. En mi país, al otro lado del Atlántico los políticos que nos gobiernan no tienen ni ese nivel de castellano, ni de tranquila determinación, ni de respeto por los otros. En mi país, esos "seres superiores" despreciarían a un campesino peruano, por el simple hecho de ser un campesino peruano.

Y probablemente cualquiera de mis compañeros de cafetería sonreiría con tristeza y buscaría una forma respetuosa de encauzar las cosas.

...

Siguen con la carta hasta que aparece una ardilla revoltosa en el cable del teléfono y el rostro de todos se ilumina con una sonrisa, persiguiéndola con la mirada, hasta que desaparece un poco más allá.

Se ríen de su propia distracción y vuelven al trabajo, tranquilos pero sin cejar en su empeño.

Señor Ministro, demuestre un poco de talla, escúcheles.








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